martes, 17 de noviembre de 2009

Fuerte, como la madera de olivo




Me gustaría ser tan fuerte como este personajillo. Ahí está, inmóvil, pero a la vez impasible, duro. De tanto aguantar le han reverdecido algunas ramas. Cuando se corta un tronco de buena madera tarda en secarse. La savia que tiene dentro hace que salgan nuevos brotes, los cuales, con un poco de suerte, volverán a dar frutos.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Una de gore

A nadie van a asustar. Quieren provocar miedo al modo de las escenas macabras del cine de terror. No lo consiguen. El público disfruta con el tomate, las sierras mecánicas, los efectos especiales. Pero nadie se cree ese cine falso y efectista sólo apto para un público juvenil. Sus fieles disfrutan de las escenas violentas y macabras que provocan más risas que gritos de terror.

Porque estas escenas truculentas a nadie engañan. En el fondo sabemos que el verdadero horror lo produce la realidad.



Esa realidad que suele estár lejos de nuestros hogares, en barrios que ni siquiera conocemos, en otros países, en otros lugares.



Que está en el hambre, en los desplazados, en la represión, en los golpes de estado, en las tiranías, en los guetos, en los marginados.



Las pelis de terror, y quizás también este teatro efectista que han montado los bichipenes en estos últimos dibujos, funcionan porque son capaces de exteriorizar algunos de nuestros remotos e íntimos temores: el miedo a ser herido, asesinado, muerto. Pero los exteriorizan de tal manera que el espectador sólo siente un miedo pasajero, amortiguado por el hecho de que las cosas le están pasando a un personaje ficticio, inventado, irreal. El énfasis exagerado de la salsa de tomate es necesario para constatar la virtualidad de la escena. Es como un sueño, pero en todo momento debemos saber que estamos soñando. Y como si se despertara de una pesadilla, se siente un alivio reparador al comprobar que todo el horror se desvanece cuando acaba la función.

Algo queda a veces, sin embargo. Pero sólo cuando en vez de actores vemos a personas reales que son víctimas de la violencia real, fuera del cine, fuera de las pantallas de televisión, fuera de los medios de comunicación, entonces, sólo entonces, se experimenta un miedo terrorífico de verdad.